Astrofotografía & Café: La foto

Más 3200 horas de planificación y 1 litro de café para unir 2 partes del cielo imposibles

Panorama doble de la vía láctea - Invierno y verano

Durante mucho tiempo intenté ordenar las ideas que soñaba para lograr imágenes imposibles a simple vista.

Para ser exactos, la planificación de la foto que vas a ver al final me llevó unas 3285 horas, el equivalente a unos cuatro meses y medio, aproximadamente, sin contar el tiempo invertido en campo, los cambios de última hora y las decisiones que hay que tomar al vuelo para solucionar problemas que siempre surgen.

Todo eso, con apenas una hora de sueño en una montaña en Val-d’Oronaye, Provence-Alpes-Côte d’Azur.

El plan original era tomar la foto en la frontera de Italia, pero había demasiada gente y nieve de sobra, así que decidí avanzar hacia el lado francés.

Ahí me encontré con un paisaje de ensueño, tal vez con más nieve aún, pero uno que parecía sacado de una foto de los años setenta, una que podría haber tomado mi mamá si hubiera vivido aquí…

Continué explorando un par de minutos. El área la conozco, pero ese lugar exacto que encontré, era nuevo.

Sentí algo que el día a día pocas veces permite.

Vi pasar camiones gigantes con personas y experiencias desgastadas que me trajeron recuerdos de mi adolescencia, cuando viajaba por caminos extraños con gente que no conocía y con una inocencia que no podía ni dibujar claramente y que posiblemente no debería haber experimentado jamás de tal manera. Pero acá estamos igual…

Luego de eso. Un café.

Y una pausa de esas que creo firmemente, TODOS deben hacer de vez en cuando, al atardecer, viendo como la luz acaricia los últimos momentos y caen poco a poco por el horizonte, casi llorando de emoción…

Produce casi un sonido, super suave, uno que podría dormirte por la paz que genera y deteniendo las esperanzas del día para dar paso al final de unas horas que recorriste sin saber cómo ni por qué…

Pero es maravilloso. Da paso a un nuevo comienzo y fascinantemente, con un poco de suerte, a una noche llena de estrellas.

Ya preparado para el frío (divino) que estaba por caer, decidí tomar una taza de esas atrevidas que te llenan de energía y me dije, es ahora o nunca.

La noche se hizo presente.

Todos los datos que había cruzado hasta ese punto fueron correctos.

El pronostico que tenía en mente se cumplió, de principio a fin.

Adormecido con una concentración tajante comencé a tomar las fotografías que necesitaba, las cuales conservo aún, como una pieza de film antiguo, como guardándolas en un recuerdo nuevo cada vez, para que mi hija las vuelva a ver cuando necesite consuelo o, tal vez, un abrazo a la distancia de las locuras de papá.

Primero, tenía el arco de invierno visible.

El arco de invierno, esa curva majestuosa de la Vía Láctea que brilla más alta en los cielos fríos, cuando las noches se alargan y las estrellas parecen susurrar secretos antiguos.

Quería que estuviera alto, así que esperé una media hora extra para que se elevara lo suficiente.

Era un detalle crucial para mí, ya que si tomaba uno de los arcos con un ángulo diferente, no iba a tener simetría en el panorama final.

Después de demasiadas fotos, analicé la situación y me di cuenta que sí, tenía lo suficiente como para relajarme un segundo.

Comí algo mientras iniciaba ese proceso en el que mi cuerpo volvía a sentir las condiciones en las que me encontraba.

Mi mente termina desasociándose para darme tiempo y esperanza cuando salgo así.

Al principio pensé que era solo una idea mía, pero mis amigos hace unos años me lo hicieron saber cuando estaba caminando, casi corriendo emocionado, sin camiseta o abrigo con la piel expuesta con 7 grados bajo cero. Y mis ojos no entendían sus expresiones de sorpresa, ni yo procesaba lo que estaba haciendo.

Puede ser una maldición o una ventaja, depende a quién le preguntes.

El tiempo siguió pasando y pensé que podría ayudarme dormir un poco…

…ese poco fue apenas una hora ya que la ansiedad, como me pasa siempre de noche, me supera, pero mi cámara siguió capturando el cielo sin descanso.

Cuando las 4 de la mañana se aceraron, decidí salir, preparar una taza de café otra vez y empezar a probar la foto central antes de tomar la otra mitad del panorama.

Los intentos tempranos fueron raros, pero finalmente pude dar con una toma que me gustó, las anteriores se veían más extrañas aún que la que aparece en el pano doble final, como podes ver a continuación.

Habiendo encontrado la foto que necesitaba y luego de casi prender fuego esos pocos pastitos que se ven entre la nieve, empecé antes de que el sol comience a asomar, a tomar las fotos que me faltaban para el arco de verano…

Esa otra danza de la Vía Láctea, más baja y cálida, que se alza en las noches estivales como un rostro enojado mirando abajo hacia nosotros, más un retrato con Cristian, quién sorprendido y agradecido, me acompañó en esta pequeña gran aventura.

Como pasa tantas veces, hay ocasiones en las cuales uno empieza a dudar si realmente hiciste todo lo que podías hacer, y eso desencadena mil millones de intentos más, extras que casi de seguro no vas a usar, pero el miedo de perder algo que no va a volver a suceder te acobija y te da más fuerzas de las que podías imaginar. Y continuas.

Y si no fuera por esos instantes, a veces y solamente a veces, podés rendirte y dejar pasar algo inigualablemente único.

Como cuando el cine se hizo cielo y nunca más volvió.

De la misma forma que la altura al momento de hacer astrofotografía puede ayudarnos a encontrar mejores cielos, la altura al verter el café puede tener un impacto significativo en el modo en el que extraemos la mejor bebida del mundo.

No dejemos que nada nos detenga, ni los rayos-C que suelen brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser o las lagrimas llenas de melancolía que a veces se pierden sin saber…

Que tus ojos estén abiertos desde el primer momento hasta ese último instante tan preciado.

Tengo un millón de motivos diferentes para alejarme de la ciudad y no regresar jamás.

Con la astronomía de testigo y el café de compañero…

Con la astrofotografía y la familia.

Ahí arriba, perdidos entre las estrellas….

Con la Astrofotografía y el Café.

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